UD. 1: REINOS GERMÁNICOS E IMPERIO BIZANTINO Y MUSULMAN (MAPAS, VIDEOS Y TEXTOS)
La
DIVISIÓN DEL IMPERIO ROMANO
LOS REINOS GERMÁNICOS EN EL SIGLO V
EXPANSIÓN DE LOS FRANCOS
MAPA DEL IMPERIO CAROLINGIO
CARLOMAGNO
Esquema de la Sociedad del Imperio Carolingio
EL ISLAM; EL NACIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA
ETAPAS DE LA EXPANSIÓN DEL ISLAM
LA EXPANSIÓN MUSULMANA
LA EXPANSION DEL IMPERIO BIZANTINO
Texto sobre el Arrianismo:
Arrio, sacerdote de Alejandría, emitió la idea de que el Hijo de Dios había sido creado. Tal proposición constituyó el fondo del arrianismo. La doctrina de Arrío se expandió aceleradamente. A ella se afiliaron Eusebio, obispo de Cesárea, y Eusebio, obispo de Nicomedia. A pesar de los esfuerzos de los partidarios de Arrio, éste se vio negada la comunión por Alejandro, obispo de Alejandría. Los intentos de las autoridades locales para apaciguar la turbada Iglesia, no produjeron el efecto deseado. Constantino acababa de triunfar de Licinio y era único emperador, Liego el 324 a Nicomedia, donde recibió múltiples quejas de los partidarios de Arrio y de los adversarios de éste. El emperador deseaba, ante todo, conservar en el Estado una Iglesia tranquila y no advertía bien la importancia de tal disputa dogmática. Se dirigió, pues, por escrito a Alejandro de Alejandría y a Arrio, procurando persuadirles de que se reconciliasen y de que se ajustaran al ejemplo de los filósofos, quienes, sin dejar de discutir entre sí, vivían en armonía. Fácil les era a los dos entenderse, pues que ambos reconocían la Providencia divina y a Jesucristo. «Devolvedme el alma de mis días, el reposo de mis noches — les pedía Constantino —; dejadle gustar el placer de una existencia tranquila.» (1)
Texto sobre la fundación de Bizancio por Constantino:
Constantino, resuelto a fundar una nueva capital, no eligió Bizancio desde el primer momento. Es probable que pensara por algún tiempo en Naisos (Nisch), donde había nacido, en Sárdica (Sofía) y en Tesalónica (Salónica). Pero atrajo su atención sobre todo el emplazamiento de la antigua Troya, de donde, según la leyenda, había partido Eneas, el fundador del Estado romano, para dirigirse al Lacio, en Italia. El emperador fue en persona a aquellos célebres lugares. E1 mismo trazó los límites de la ciudad futura. Las puertas estaban ya construidas, según testimonio de un historiador cristiano del siglo V (Sozomeno) cuando, una noche, Dios se apareció en sueños a Constantino y le persuadió de que buscase otro emplazamiento para la capital. Entonces Constantino fijó definitivamente su elección en Bizancio. Cien años más tarde, el viajero que recorría en barco la costa troyana, podía ver aún, desde el mar, las construcciones inacabadas de Constantino. (1)
Texto del reparto del Imperio entre Arcadio y Honorio:
A la muerte de Teodosio, sus dos hijos Arcadio y Honorio se repartieron el gobierno del Imperio. Arcadio reinó en Oriente y Honorio en Occidente. En los reinados en común de Valente y Valentíniano I, o de Teodosio, Graciano y Valentíniano II, la división de poder no había destruido la unidad del Imperio, y bajo Arcadio y Honorio se mantuvo también esa unidad. Hubo dos emperadores y un solo Estado. Los contemporáneos vieron la situación exactamente a esa luz. Un historiador del siglo V, Orosio, autor de la Historia contra los paganos, escribía: «Arcadio y Honorio comenzaron a tener el Imperio en común, no repartiéndose más que sus sedes.» (1)
(1) Paulo Orosio, Historia adversus paganos, VII, 36, I.
Tratado de Verdún
Capitular de Quierzy 877
“Si un conde muriese y su hijo estuviera con nosotros, que nuestro hijo con nuestros otros fieles ordene, entre quienes fuesen más familiares y más próximos, el que con los ministeriales y el obispo provea el condado. Pero si tuviere un hijo pequeño, éste, con los ministeriales de dicho condado y el obispo en cuya parroquia habitare, provea del condado hasta que nos llegue la noticia.
Si no tuviere hijo, nuestro hijo con nuestros otros fieles ordene quién, con los ministeriales del mismo condado y el obispo, provea el condado, en tanto se haga nuestro mandato sobre este asunto. Que por esto nadie se sienta airado si el condado lo otorgamos a otro, al que Nos quisiéramos y no al que hasta entonces proveyó de él. Lo mismo ha de hacerse con respecto a nuestros vasallos. Queremos y mandamos, expresamente, que tanto los obispos como los abades y condes y cualesquiera otros fieles procuren guardar lo mismo a sus hombres; y tanto de los obispados como de las abadías se ocupen el obispo vecino o el conde para que por nosotros no se disipen las, cosas y derechos de los eclesiásticos y nadie impida hacer limosnas con ellos. Y si lo intentare, de acuerdo con las leyes humanas componga esto, y según las leyes eclesiásticas satisfaga a la iglesia que lesionó, y pague nuestra multa según la clase de su culpa y a Nos placiere”.
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